Le juraste amor eterno a esa
mujer de tus sueños
Que más tarde fue mi madre.
Te casaste por la iglesia,
como todo buen cristiano
Confesaste y comulgaste.
Y te encomendaste al cielo
antes de darle el “Sí, quiero”
Poniendo a Dios por testigo.
Después firmaste en el libro,
que no es lo mismo decirlo
Que firmar lo que decimos.
Pero en la vida, llegado el
momento,
Tanto cariño se transformó en
odio.
Te salió el macho que
llevabas dentro
Rompiendo el sueño de aquel
matrimonio.
“La mujer a la cocina”, ese
siempre fue tu lema
Confundiendo lo que es hembra
por compañera, por compañera.
Y jamás me comprendiste,
porque nunca consentiste
Que sin pasar por la Iglesia una mujer me
quisiera.
“Yo no quiero a rejuntaos,
irse con vuestro pecao”
Me dijiste a tu manera.
Y a la vuelta de los años aquí
estamos a duras penas.
Tu tan recto y religioso
después de cumplir condena.
Y yo con mi compañera, que
sin pasar por la Iglesia…
A mi vera sigue viva mientras
mi madre está bajo tierra,
Bajo la tierra.
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